Nadie me describiría como una persona extrovertida, así que cuando mi editora me sugiere que pruebe el yoga de la risa, bajo la cabeza en silencio y finjo seguir escribiendo.
Tengo la vaga idea de que consiste en soltar carcajadas falsas delante de un grupo de desconocidos. Se dice que el yoga de la risa combate el estrés, mejora el estado de ánimo y hace un poco de ejercicio, y Oprah y Goldie Hawn son fanáticas, pero no creo que sea lo mío. Prefiero utilizar mi mejor esterilla de yoga para yoga real – o eso creo.
Cuando llego a la clase de Nargis Ahmad un lunes por la mañana, me reciben varios miembros con cálidos abrazos, nada de apretones de manos (debo señalar que las clases se volvieron virtuales a raíz de la pandemia de coronavirus). Uno de los nuevos miembros y yo nos unimos para compartir el miedo a deshacernos de nuestra timidez y dejarnos llevar.
El calentamiento del yoga de la risa
Empezamos con rutinas sencillas de balanceo de brazos y respiración profunda. Hasta aquí, todo soportable. Luego hacemos el ejercicio de «expulsión», balanceando los brazos alternativamente a través de nuestro cuerpo y golpeándolos hacia adelante (como si estuviéramos lanzando físicamente nuestros pensamientos negativos), mientras hacemos un ruido silbante. Lo encuentro bastante terapéutico, pero sospecho que Nargis nos está facilitando la tarea.
Luego salen los globos, la idea es que éstos añadan diversión y energía a la clase. Lanzamos los globos al aire y con cada palmadita se nos dice que dejemos salir un «ja», «he» o «ho». Sin necesidad de contacto visual, intento ignorar a todos los que me rodean y concentrarme en mi globo.
La sección de las risas de vientre
A continuación llega la sección de las risas de vientre de la clase, que es más bien el tipo de cosa que me preocupaba.
Se nos pide que caminemos por la sala, sujetando nuestros estómagos y forzando las carcajadas a la vez que, ¡qué vergüenza! – haciendo contacto visual con todo el mundo. Esto no sólo aumenta el suministro de oxígeno en todo el cuerpo, sino que también relaja los músculos faciales, que pueden ponerse tensos cuando estamos ansiosos. Además, al igual que la risa auténtica, libera endorfinas que mejoran el estado de ánimo.
Estoy fuera de mi zona de confort. Dejo escapar tímidas risitas mientras me arrastro. Pero cuando uno de los miembros habituales dice «estamos locos, ¿no? Me parto de risa y empiezo a relajarme. La «locura» empieza a ser estimulante.
Aprender a dejarse llevar
A mitad de la hora de clase mis inhibiciones empiezan a desaparecer. Cuando realizamos el ejercicio de «atrapar una risa» (levantar las manos en el aire mientras se ríe), y luego imitar la emoción pura saltando por la sala riendo, me he lanzado por completo.
Con todo este movimiento y estas carcajadas energéticas, también estoy haciendo ejercicio cardiovascular: al parecer, sólo 10 minutos de risas sinceras equivalen aproximadamente a 30 minutos en la máquina de remo.
Terminamos la sesión con relajación y meditación, calmando la mente con respiraciones profundas. Un placer!
El yoga de la risa: mi veredicto
El yoga de la risa se basa en la creencia de que la risa forzada proporciona los mismos beneficios para la mente y el cuerpo que la risa espontánea. Y es cierto: a pesar de fingir la risa durante la mayor parte de la clase, sigo teniendo ese impulso de bienestar que se obtiene al ver tu caja de comedia favorita.
Aunque el jurado aún no se ha pronunciado sobre los supuestos efectos positivos en la artritis, el asma y la diabetes, puedo dar fe de sus propiedades para combatir el estrés y aumentar la energía; mi mente y mi cuerpo se sienten relajados y es una forma estupenda de desahogarse.
Me dirijo al trabajo con mucho ánimo, y con los globos que salen de mi bolsa de trabajo, ¡sin duda siento que me llevo la alegría conmigo!
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